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Sur de Tenerife, Canarias, Spain

23/6/15

CASA DE LAS ARVEJAS (Poema)



Casa de Las Arvejas

Antigua casa de piedra
que preside las alturas.
Sobre los pies levantada,
de una morra orgullosa
en los mapas reflejada,
y es su nombre...

¡Las Arvejas!
su techumbre no es de tejas,
y es extraña en la comarca
por ser casa de azotea.

Todas sus vigas combadas
hacen del techo una panza,
ennegrecidas, ahumadas,
como arenques de Noruega.
        
Alguien, se preguntaba:
¿Pero resisten?
Y de seguro ignoraba,
que la incomparable dureza,
del corazón del pino,... ¡es, la tea!

Y dentro de aquella casa
¿Quién presidía la estancia?
tratábase, de un gran cañizo
que de sus vigas colgaba.
       
Repleto estaba el cañizo
de buenos quesos de cabra,
los daban los ricos pastos
de aquellas tierras tan altas.

Al humo que la lumbre daba
quedaban muy bien curados,
sabiendo a humo y a leña
y a los pastos de los campos,
a trabajo y a cabrero
a rebaño y a montaña
al aire de las alturas
y a paraje solitario.

Tu espalda daba a la cumbre,
al Sur tu puerta miraba,
y desde ella, yo contemplaba
con tristeza y pesadumbre,...
como entre los dispersos pinos,
uno se destacaba...
    
La silueta deforme, asimétrica,...
es la ausencia, de unas ramas amputadas,
que aún así, eternamente acusaban...
la inconsciente e ignorante crueldad
de unas anónimas manos...
 
Que por siempre le condenaran
a cargar con esa figura triste, jorobada,
penosa,... ¡y tan dolorosamente humana!

 
Casa, ¡vieja Casa de las Arvejas!
el camino tiene curvas, tantas,...
como tus negras vigas de tea.

Cuarenta pasos de un asno
nos separan, por una recta vereda,
del agüita del Durazno
¡que cantando,... corre, por la tarjea!

A un lado está La Fuente Nueva
cruzando dos barranqueras...
Es esta, una montaña
llena de huertas.
En otros tiempos allí crecieron,
hermosos, los verdes
campos de papas
y hasta dorarse espigaron
generosas sementeras,
pero el pasar de los tiempos,
a éstas las transformó,
en humildes pastizales
donde abundan esguagarzos
jaras e infinidad malezas.

Más abajo, está la Casa Torta,
la adivino, pues no la veo desde tu puerta,
a lo lejos, si que diviso algunas casas...
podrían ser La Cisnera,
y en el Pinalete, hay una casa vieja,
sin techo, dos solitarios muros de piedra
y entre muro y muro,
¡aún les une una cumbrera!

Hacia el naciente, el corazón me lleva,
y partiendo de Las Arvejas...
Cruzo el barranco, veréis que vale la pena
ascender por esa empinada ladera
solo por contemplar lo que la vista nos deja,
es un valle muy hermoso, todito lleno de huertas...
¿No sé, por qué? Le llaman: ¡La Magdalena!
pues allí reinan frutales, las viñas y las higueras.





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