MAÑANA
Esta
diaria rutina
de sucios
cristales
de
troncos retorcidos,
colmada
de pesadumbres
y de
esfuerzos baldíos,
de gritar
en pozos
que no
devuelven ecos,
donde ya
no quedan transparencias
ni
estrellas fugaces
que
alumbren nuestra senda,
la blanda
caída,
nuestro
salto mortal hacia el vacío
para
morder el polvo,
ese
trágala
hacia los
días que se suceden:
enfilados,
como un
camino de hormigas
o una
hilera de elefantes.
En todo
ese acontecer,
Belcebú
aguarda
paciente,
a la
puerta de tu casa,
detrás de
cada esquina,
en cada
escaparate,
o en cada
puta que sonríe
está él,
en cada
maldición
y en cada
lágrima,
en cada
lamento
que
digamos,
vendrá el
diablo
cínicamente,
a
consolarnos,
a
pasarnos la mano
por el
lomo,
para
decirnos al oído:
“¡mañana
vendrá
otra vez
mañana!”
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