Tiempos Cruzados
(Cuento)
Año 2008, dos de la madrugada, se escucha la voz de un hombre llamando por un teléfono móvil al…112.
- ¡Oiga, por favor! ¿Es 112?
- Si, es el 112, dígame. – le contesta desde la central una voz joven y cálida de mujer.
- Estoy… Estoy en la autopista… En la autopista del norte de Tenerife – dice el hombre con voz titubeante.
- ¡Un accidente! – se apresura a decir la chica.
- Una locura – responde el hombre – esto es una locura.
- ¿Me quiere decir de una vez que es lo que le ocurre? Si no se explica mejor, no puedo ayudarle. Le mando, a la policía… a los bomberos… una ambulancia medicalizada… o a un par de loqueros con una camisa de fuerza. –Aclárese. Aclárese por favor.
- No sé, de verdad, que no sé a quien tienen que mandarme. Yo solo sé que estoy aquí, en el cruce de La Matanza. Que hay aquí un tipo de aspecto fiero, vestido con ropa de soldado de la edad media, y hablando un castellano rarísimo. Va cubierto de hierro de arriba abajo, con escudo, guanteletes y una espada enorme. De puro milagro no lo atropellé, aún tengo el susto en el cuerpo. Claro que si le hubiese matado el tipo ya hubiera vivido más que suficiente. Pues, según él, tiene 38 años y ahora mismo está en el año 1496 de la era de nuestro señor.
- Mire – dijo la chica – le prevengo que puede ser sancionado por hacer perder el tiempo a un servicio público de emergencias.
- Lo sé, pero que hago, el tipo va armado, y yo solo no puedo reducirlo, es más, temo que me ataque, seguramente piensa que estoy loco. Me ve hablando solo, y tengo no solo la impresión, sino la certeza de que este tipo no sabe lo que es un teléfono móvil. Ahora mismo…ahora mismo me está exigiendo que le lleve ante la presencia de su señor Don Alonso Fernández de Lugo. Pero… ¡OH, dios! ¿Que me está pasando? ¿Dónde está la autopista? Pero… Pero… ¿Y… mi coche? ¿Dónde están todos los coches? Si es… Si es, que ya no hay luces…, estoy solo, solo y bajo las estrellas…, me encuentro rodeado de zarzas… estoy herido… el tipo este me ayuda a levantar… ¡Ah! me sangra el costado… a mi izquierda en la barranca hay un caballo muerto panza arriba.
- Señor lo siento, pero hay más llamadas, me veo obligada a colgarle. –dice la chica de la central.
- ¡No, por favor, señorita, no me cuelgue el teléfono, tengo miedo, mucho miedo. Hacia Tacoronte aún queda un trozo de autopista, pero seguro que no tardará en desaparecer. Los faros de esos últimos coches nos alumbran el desastre. El campo de batalla lo siembran nuestros muertos. Quizá yo mismo sea uno de ellos. Este traje de hierro me pesa cada vez más, mientras me voy desangrando lentamente. En la noche calma los bucios de los guanches no paran de sonar potente y ronco, celebrando su victoria.
- Tranquilo señor, ahora mismo, corriendo, hacia allá va la ambulancia. –Dijo la recepcionista.
Entonces, inmediatamente, sonó un… Ti, ti, ti, tiii…, y se cortó definitivamente y para siempre, la llamada.
FIN
* Terminado de escribir el domingo 9 de marzo de 2008.
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