EL ESPÍRITU DE DIOS
(cuento)
El espíritu Dios se derramó, espléndido, como el brillante sol de una mañana de mayo. Sopló un vaho cálido, sobre la multitud de peregrinos que llegaban hasta Lourdes, hasta Fátima, y sobre todos aquellos que caminaban, dispersos, por las diferentes veredas, haciendo el camino de Santiago. También se vació, esparciéndose como la bruma, sobre la multitud de objetos, que esperaban, inmóviles, en cada una de las iglesias, para ser bendecidos por el soplo Divino, a través de unas manos sacerdotales, pasando, desde: la correa del caniche, las llaves del piso o las del coche utilitario, hasta, las del Porsche, las del Ferrari o las del Maserati. El altísimo comprendía: tanto, la banalidad que significaba este gesto, como lo inútil y lo absurdo de todo aquello. El simple hecho de bendecir, ya era algo, francamente inane. Porque se empeñaría el hombre en dar importancia a tales cosas. Nadie como él para poder contemplar, en panorámica, la idiotez vista desde arriba. Al final, aún, a su pesar, no pudo contener el rictus tremendo de una mueca de amargura, al ver como, sus acólitos, se agredían unos a otros con su nombre. Fue entonces, cuando, irritado, dijo aquello:
- ¡Cuidado con Dios! No os lo tiréis a la cabeza…
Y escuchando el padrenuestro de don Mario Benedetti, salido por la boca de un mendigo, supo por fin, lo que de verdad era, orar con los pies sobre la tierra y, que el Sur, tanto en el Sur como en el Norte, también existe. De igual forma, comprendió, que las bombas de humo y de papel, que fabrican y que venden a mansalva, los brokers de Wall Street, asesinan también, como todas las demás. Frente a tales verdades, el espíritu se quedó impotente y aturdido. Quiso experimentar, y se fue derecho a vivir, por un tiempo, entre las verijas ponzoñosas de la pobreza, de la miseria, y la cochambre. Allí supo lo que de verdad, era el hambre y, fue amenazado y desgarrado, por la maldad de unas uñas asesinas y, levantado del barro, una y otra vez, por la bondad de algunas manos solidarias. Pronto, lo comprendió. No debía de estar allí. Carecía totalmente de poder y no tenía ninguna autoridad. En aquel lugar nada tenía que hacer… allí, Dios no podía ser Dios… Por eso, derrotado, una tarde, se alejó aquel sitio, tomando su clásica forma de paloma… En aquel territorio infernal, estaba claro, solamente, el hombre, era capaz de ayudar a Dios, y de ser en ocasiones, un dios para el hombre – pensó, mientras volaba, alejándose, tal ves para siempre, de aquel territorio sumamente hostil.
TERMINADO DE ESCRIBIR EL SÁBADO 02 DE OCTUBRE DE 2010
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