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30/11/08

LOS MONTES DUERMEN (poema)

Amo a todos los bosques y a todos los montes, pero de manera muy especial a los montes de mi tierra, a los más cercanos, los más familiares para mí, a aquellos a los que he contemplado desde niño y aquellos que me regalaron su aroma y el ulular suave de la brisa en sus ramas por primera vez. Por ese motivo, jamás podré entender al pirómano incendiario que destruye los montes. A veces sueño, y es mi deseo, que mis pobres cenizas, algún día descansen y se fundan con el humus que alimenta las raíces de los árboles, y así volver de alguna manera al lento y eterno ciclo de la naturaleza...

LOS MONTES DUERMEN

Duermen…
Bajo un cielo sin nubes,
totalmente despoblado,
ausente de campanas,
parido de constelaciones
viejas, tiritantes,
frías, y lejanas…

En la noche sigilosa,
los montes de mi tierra,
duermen… Duermen
con esa dejadez
innata de los árboles,
y, con la afable placidez
de los viejos centenarios,
los pinos,
duermen…

Los montes duermen…
Permanecen abrazados
al suelo,
hundidas sus raíces en la tierra…
¡Que es su madre!
que es su alimento
y su sangre,
sin opción alguna
para de allí huir,
para salir corriendo,
para escapar
del hórrido fuego,
de las llamas pavorosas
que alimentan los demonios
del desastre del incendio.

¡Los árboles, los bosques…
Los montes de mi tierra!
Duermen…
Duermen un sueño inmortal
de sonámbulos,
de dioses de guata,
guardando para siempre
en su recuerdo vegetal
de humus y pinocha,
la historia,
la histeria barata,
la miseria,
la ira colectiva
y la memoria.