
Mi abuela materna se llamaba Peregrina y, vivía en La Cisnera, que es un pequeño barrio agrícola del municipio de Arico, al sur de Tenerife. En mi infancia solía pasar pequeñas temporadas en su casa. Que les voy a contar yo de mi abuela; pues nada nuevo, supongo, pues, cada cual tiene la suya, y las abuelas siempre son algo especial; para mi no existía nadie mejor que ella en todo el mundo. ¿Que me llevaba, y que me lleva a pensar eso de ella? Pues, el inmenso cariño que tenía para con los suyos, y la gran humanidad que derrochaba siempre hacia todos los demás. En la casa de (Madre Vina) como le decíamos sus nietos cariñosamente, se acogía a todo el mundo, para nadie faltaba nunca un buche de vino o una tacita de café, desde el cura o el maestro, hasta el vecino más alejado del barrio, a todos les agasajaba con igual cariño. En más de una ocasión, cuando sabía que alguién estaba pasando estrecheces, me mandó a llevarle un cesto de papas y unos pocos de higos pasados. Recuerdo las tertulias de por la tarde en la cocina de mi abuela. La cafetera no descansaba nunca y los tertulianos pasaban la tarde hablando, tan animadamente, entre vasito de vino y tacita de café, que a veces la noche se adentraba y éstos, permanecían allí, como atornillados a la silla. Jamás vi a la abuela poner una mala cara, ella era toda bondad y desprendimiento.
La abuela tenía un patio de flores verdaderamente espléndido: no solamente por la frondosidad sino también por la variedad de sus plantas. Dondequiera que iba, si veía una planta y le gustaba, cogía un gajito de ella y, no se que tendría en sus manos, porque al llegar a casa los enterraba y, todos, milagrosamente le pegaban. En sus huertas tampoco faltaban las hierbas para condimentar las comidas y las hierbas para curar y; un pequeño corral, con un par de cabritas de leche, las gallinas y un gorito de conejos. Al cochino, matarlo, después de un año de mimos y de cuidados para que estuviese de lo más lustroso, siempre resultaba cruel, y penoso hasta encojer el corazón. La abuela peregrina era una de esas personas cargadas de humanidad, capaces con su sola presencia, de llenar cualquier lugar donde ellas se encuentren. A ella le debo mi afisión por la lectura y muchísimas cosas más que no quiero entrar a detallar ahora. Ahora, solamente les dejo con un poema dedicado a ella,... a su recuerdo,... y tal vez, un poco también a mi, al recuerdo de mi infancia.
Peregrina
Entre varias alegrías
y algunos sinsabores,
pasé ya los cuarenta,
cuan lejos queda
ahora la infancia.
Te recuerdo abuela,
el patio, el aljibe,
y de tus flores,...
paréceme, ahora inclusive,
oler sus fragancias.
Azarosa y dura es la vida,
los años caen uno tras otro,
el trabajo, la rutina.
Más nunca cayó en el olvido,
ese amor, ternura y cariño,
que ha espuerta llena
me entregabas siendo niño
querida abuela,
cariñosamente,
”Madre Vina“
Cuantas cosas recuerdo,...
tu cara redonda y morena,
tu pelo blanco y sedoso,
recogido, con una peineta,
siempre en un moño,
un lunar en medio de tu frente,
y el hablar suave y cadencioso,
de verbo sincero, inteligente.
La cocina, el café,
la tertulia, el maestro,
la tarde es muy fría
¿Un buche de vino
Señor: Don José?
¡Gracias Dña. Peregrina!
aunque un siglo viviera
¡nunca le pago yo a usted!
Es de noche, hay neblina,
y el invierno en la Cisnera,
insoportable sería, si no fuera,
porque dentro de su cocina,
está repartiendo amor
la abuelita Peregrina.
La Cisnera, es Enero,
la abuela,... dirá
con una leve sonrisa,
“será,... hora, de acostarse ya.”
Afuera, sopla una fuerte brisa,
el aire gime y aúlla
en los cables de la luz.
Encogidos y abrigados
subimos a toda prisa,
con el pasito ligero
la escalera que nos lleva,...
por afuera de la casa,
al calentito dormitorio,
que en un ala se encontraba
del histórico granero.
Recuerdo la cama
donde la abuela dormía,
que bien trabajado estaba,
...su enorme cabecero,
con adornos y flores
que miraban hacia el cielo.
Es magnífica la obra,...
hízola, un local carpintero,
ilustre mano artesana,
Llamada “Paco Curbelo”
Recuerdo los cuadros,
la Virgen, los Santos,
el catarro, la tos,
vip vaporut en la espalda,
y sobre todo en el pecho.
Sonaba la vieja máquina
de aquel ruidoso reloj.
Antes de apagar la luz
suave, se peina la abuela,
y yo me quedo mirando,...
¡cuantas vigas tiene el techo!
las pequeñas de los lados
se unen a las del centro,
como afluentes en un río
encajados y perfectos.
Sigo mirando las vigas,
una a una las cuento,
las sumo y las resto,
incluso hasta las divido,...
más, no me salen las cuentas
y de nuevo a contar empiezo,
y, hallándome en las operaciones éstas,
gana el sueño y Yo me duermo.
El brillante lucero
que alumbraba en la noche,
se despide en la mañana
de repente y amanece,...
El Sol brilla y resplandece,
y sus rayos ya calientan,
penetrando, por debajo
de la puerta del granero.
Abuela, no quisiera
por nada del mundo hablar,...
de tus penas y tragedias,
tu comprendes que prefiera
con nostalgia recordar,...
las abejas en las flores de tu salvia,
el tomillo y demás yerbas,...
¡Y las rosas de tus dalias!
Ese olor a bagazo,...
a vino y a fruta,
y a barrica fregada,...
a mecha de azufre,
despalille de tabaco
y tierra cavada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario