MERIL STREEP
Un atardecer en África
lento como una hoguera
que se apaga,
al compás de las cigarras
titilan las estrellas
y la senda de los elefantes
se llena toda con el clamor
de tu risa
Meril Streep...
Desde la verde sabana
hasta Los Puentes de Madison,
la luz de tu rostro
alumbra nuestros sueños...
Perenne nos acompaña,
siempre,
y encandila las pupilas,
en los ojos apagados,
de quienes descubren
el amanecer de tus pómulos,
el mundo en tu mirada,
quien no se hubiese enamorado
de ti,
Meril,
viéndote, viajar sola en el tren
acompañada de un asiento
vacío
y una multitud de estrellas
que te salían por los ojos...
Para alguien que ya perdió la fe,
da lo mismo, las tres y cuarto
o a las cinco menos veinte,
en la tarde del sacro celuloide,
tú eres el milagro,
para siempre serás África,
y sin ti
los Puentes de Madison,
serían solo
un rudo esqueleto,
un feo armatoste de traviesas,
erguido,
sobre una infecta laguna
plagada de mosquitos,
nada serían,
si no hubieras estado allí,
haciéndonos pedazos el corazón,
con la furia, de una pasión
lavada por la lluvia
de una tarde de tormenta,
hasta depositarte de nuevo,
en la ancha estepa de los días,
donde hace siglos,
que, definitivamente,
el Sol se puso
y no amanece....
Mientras nosotros, aquí,
empapados,
seguimos esperándote.
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