UN HIPÓCRITA
DE LEY
Hipócrita, te santificas con ideas,
y con memeces te consuelas,
y levantas el pecho hacia la gloria
como un tambor de espuma
que lanza pompas sobre el viento;
y que acusas con el dedo,
con ese dedo tuyo,
verdades infalibles,
como dardos cargados de estricnina;
y que alzas la cabeza y la giras
como un cisne espléndido
mirando desde arriba
y contemplando lo asimétrico,
lo feo, lo oscuro y lo imperfecto…
Hipócrita, que santificas tus ideas
y con memeces te consuelas…
Explota tu blando tambor
o, rómpelo en pedazos,
como una pobre manzana
que se tira con rabia contra el suelo
y mira luego hacia arriba,
hacia
lo alto,
hacia las parvadas ingentes
de hombres que caminan,
hacia las parvadas ingentes
de hombres que caminan,
que
andan para ver sin ojos
para
hundir la mirada
allí donde se intuye muy pronto
la clara luz del amanecer…
¡Arrancaré mis ojos como Edipo el rey!
Me arrastraré en el polvo
y sobre guijarros me acostaré,
me uniré a las masas
y junto a ellas caminaré…
El viento borrará mis pasos,
las huellas de un hipócrita,
¡Arrancaré mis ojos como Edipo el rey!
Me arrastraré en el polvo
y sobre guijarros me acostaré,
me uniré a las masas
y junto a ellas caminaré…
El viento borrará mis pasos,
las huellas de un hipócrita,
un hipócrita de ley.
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