Como a la mayoría de los mortales, a mi también me gusta un buen vaso de vino. He tenido ocasión de ver y de leer más de un poema dedicado al vino. Así, que, como no, a mí también, un día se me ocurrió escribir un poema dedicado al nectar delisioso y ancestral. Leelo...
Querido vino
Desde que dejé de ser niño
querido y sabroso vino
siempre me entraron ganas
de dedicarte unos versos...
Más... por motivos diversos,
ayer que hoy, hoy que mañana
y siempre... se retrasaba ese día,
quizá, causado por mi desidia
o por faltarme alegría,
el día nunca llegaba.
Por fin hoy, se ha cumplido mi deseo,
y ahora, que a punto estás, de rebosar
el cuenco de mi copa cristalina
tú, generoso vino, me debes de perdonar...
Pues... para llegar al momento
en que habrías de cruzarte en mi camino,
con paciencia también yo,
he tenido que esperar...
Primero a que fueras pámpano,
y después fruto arrancado del sarmiento,
luego en cesto, hasta llegar al lagar...
Ya dentro de tu barrica, ese proceso lento
de aclararte,... misteriosa es,
la labor de tu tanino.
Vuelco la copa en mi boca
para llevarte muy dentro
te escribo el último verso
y que se cumpla el destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario