
(Esta es la isla de Santorini, en Grecia; una gran explosión volcanica ocurrida 1600 años antes de Cristo hundió por completo el centro de la isla. Algunos expertos creen que este suceso sirvió de base a Platón para sus escritos sobre el mito de La Atlántida y su hundimiento).
Hablando de Bernardo Souvirón
Bernardo Souvirón Guijo es profesor de Lenguas y Cultura Clásicas en el instituto “María Zambrano” de El Espinar (Segovia) y profesor y tutor de Latín en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. La primera vez que le escuché fue en el programa de Radio Nacional de España “De la noche al día” maravillosamente conducido por Manolo H.H. Recuerdo que ese día Bernardo Souvirón habló de Tarteso o, lo que es lo mismo, de la Península Ibérica cuando ya los Fenicios surcaban el Mar Mediterráneo. Debo confesar, que, desde esa primera vez que le oí hablar, con ese timbre de voz tan personal que posee y su manera tan humana y tan cercana de contar la historia se despertó en mí, hacia su persona, un gran respeto y una profunda admiración. El profesor Souvirón consigue algo tremendamente difícil, como es, poner en marcha, acercarnos y dar vida a unos hechos y a unos personajes tan lejanos y apartados de nosotros en el tiempo. Pensando en ello me vino a la memoria un pasaje de la novela “Mobby Dick” en el cual, el protagonista, Ismael, ve, como al borde de una playa, de una isla al Sur del Pacífico, los isleños habían montado por completo, hueso a hueso, el esqueleto de un cachalote e Ismael pensaba: “Estos nativos creen saber y conocer lo que es un cachalote porque mantienen aquí perfectamente ordenados todos sus huesos pero, esto, nada tiene que ver con la tremenda fuerza desatada de la naturaleza que es este animal, cuando se halla vivo, y en plenitud total, en medio del océano”. Bueno, pues aquí quería llegar yo. Suovirón no solo reúne todos los fragmentos, los huesos, los nombres, los escritos,… las piedras de la historia,… sino, que, recomponiendo, perfectamente, su urdimbre, su esqueleto, consigue, que, oyéndole, veamos a la ballena de la historia pletórica resoplando ante nosotros. Mi admiración hacía el profesor Bernardo Souvirón quedó patente y reflejada en el modestísimo poema que vereis a continuación y que dedicado a él escribí en su momento. Recomiendo la lectura de su último libro "Hijos de Homero" de Alianza Editorial.
(Más abajo, adjunto tambien, un hermoso poema muy querido para mí del poeta griego egipcio Constantino kavafis, Ítaca).
AL PROFESOR BERNARDO SOUVIRÓN
Convicción y naturalidad.
El profesor Souvirón
vierte su voz en las ondas,
y atraviesa hasta el ciclón,
mientras duerme la ciudad.
Muchos, cansados ya,
apenas salió el lucero,
como Aquiles se entregaron
inertes, derrotados
en los brazos de Morfeo.
Mientras tu sigues ahí,
navegando como Ulises
y surcando el mar Egeo
a expensas del destino,
del capricho y el deseo
de los hombres y los dioses.
Gobierna tu nave Homérica
hacia tiempos milenarios,
muéstranos la historia clásica
plena de guerreros, de héroes,
de dioses poderosos y de sabios.
Que Eolo, tense tus velas.
Y Poseidón de ti se apiade,
que te ofrezca una mirada compasiva
en su rostro más amable.
Te acompañan tus alumnos,
tus amigos, tus oyentes...
somos tus fieles gregarios.
Por tu boca hablan las piedras
con acentos milenarios,
mientras, el aliento de los dioses
gravita, al compás de tus palabras.
Más allá de las columnas,
que levantó, el inefable Hércules,
desde las tierras atlánticas,
queridas Islas Canarias,
Jardín de las Hespérides.
Te ofrezco solo mis manos,
quisiera hacer de remero.
Vigorosos, impulsemos tu galera,
todos, todos juntos, antes,
que una piedra de ignorancia
rompa la frente del guerrero.
Visitemos mercados persas,
egipcios, fenicios, griegos,
y con la ayuda de los dioses
salgamos con insistencia indomable
en busca de la tierra de Tartesos.
Que los dioses del Olimpo de nosotros
como seres mortales se apiaden,
de cantos de sirena nos liberen,
y concluyan esas guerras pertinaces,
para siempre, entre griegos y troyanos.
Renacerá la paz en las ciudades.
El hombre se asombrará
y escuchará hasta quedar atónito,
relinchar, al Caballo de Troya,
en las profundas oquedades del mar Jónico.
Lo presiento, me lo dice el corazón,
que has vuelto la vista hacia Ítaca,
y hacia ella caminas querido profesor.
Te deseo un camino venturoso y largo,
muy largo, bajo una bóveda de estrellas
o de los rayos del sol.
Aseguran, que la naturaleza humana
sin duda, es la sordidez.
Más, yo elijo con fervor
la tremenda lucidez
de esa Ítaca interior.
Y hacia ella camino, despacio
sin oro esperar, ni absurdas vanidades,
y cuando por fin a ella haya arribado,
tendré la convicción absoluta,
que Ítaca, jamás de mi, se ha burlado.
¡Pongamos juntos las manos!
y el pasado en el futuro,
ya, que el pasado fue futuro,
y al presente hemos llegado
¡pongamos juntos las manos!
Convicción y naturalidad.
El profesor Souvirón
vierte su voz en las ondas,
y atraviesa hasta el ciclón,
mientras duerme la ciudad.
Muchos, cansados ya,
apenas salió el lucero,
como Aquiles se entregaron
inertes, derrotados
en los brazos de Morfeo.
Mientras tu sigues ahí,
navegando como Ulises
y surcando el mar Egeo
a expensas del destino,
del capricho y el deseo
de los hombres y los dioses.
Gobierna tu nave Homérica
hacia tiempos milenarios,
muéstranos la historia clásica
plena de guerreros, de héroes,
de dioses poderosos y de sabios.
Que Eolo, tense tus velas.
Y Poseidón de ti se apiade,
que te ofrezca una mirada compasiva
en su rostro más amable.
Te acompañan tus alumnos,
tus amigos, tus oyentes...
somos tus fieles gregarios.
Por tu boca hablan las piedras
con acentos milenarios,
mientras, el aliento de los dioses
gravita, al compás de tus palabras.
Más allá de las columnas,
que levantó, el inefable Hércules,
desde las tierras atlánticas,
queridas Islas Canarias,
Jardín de las Hespérides.
Te ofrezco solo mis manos,
quisiera hacer de remero.
Vigorosos, impulsemos tu galera,
todos, todos juntos, antes,
que una piedra de ignorancia
rompa la frente del guerrero.
Visitemos mercados persas,
egipcios, fenicios, griegos,
y con la ayuda de los dioses
salgamos con insistencia indomable
en busca de la tierra de Tartesos.
Que los dioses del Olimpo de nosotros
como seres mortales se apiaden,
de cantos de sirena nos liberen,
y concluyan esas guerras pertinaces,
para siempre, entre griegos y troyanos.
Renacerá la paz en las ciudades.
El hombre se asombrará
y escuchará hasta quedar atónito,
relinchar, al Caballo de Troya,
en las profundas oquedades del mar Jónico.
Lo presiento, me lo dice el corazón,
que has vuelto la vista hacia Ítaca,
y hacia ella caminas querido profesor.
Te deseo un camino venturoso y largo,
muy largo, bajo una bóveda de estrellas
o de los rayos del sol.
Aseguran, que la naturaleza humana
sin duda, es la sordidez.
Más, yo elijo con fervor
la tremenda lucidez
de esa Ítaca interior.
Y hacia ella camino, despacio
sin oro esperar, ni absurdas vanidades,
y cuando por fin a ella haya arribado,
tendré la convicción absoluta,
que Ítaca, jamás de mi, se ha burlado.
¡Pongamos juntos las manos!
y el pasado en el futuro,
ya, que el pasado fue futuro,
y al presente hemos llegado
¡pongamos juntos las manos!
ÍTACA
Si vas a emprender el viaje hacia Itaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en loa emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperlas y coral, y ámbar y ébano,
perfúmenes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta. Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.
(Constantino Kavafis, 1863-1933, Poesías completas, XXXII)

1 comentario:
Servi, sinceramente, he quedado impresionado con el poema que le has dedicado a este profesor. Tienes una facilidad para expresar tus sentimientos, increible!! Me gusta mucho leer lo que escribes.
Seguro que el tal Bernardo quedaría satisfecho con este poema que le has dedicado. Te mando saludos y a tia Sole también y por supuesto,¿como no? a David. Cuidense y sigue escribiendo que en mi tienes un lector seguro.
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