
El Charco de Guasiegre es un gran pilón o ere, que se halla situado en el fondo del barranco del mismo nombre, en el municipio de Arico, (Sur de Tenerife). En mi infancia solía deambular por sus orillas y gracias a su influjo y a la magia de su recuerdo le he escrito un poema y un relato. Aquí les dejo una foto, un poema y un fragmento de mi relato.
El Charco de Guasiegre.
Poema
Quisiera abrir mi corazón
y exponerlo a la intemperie.
Esparciré mis recuerdos
bajo los rayos del Sol,
y de ese tenue fulgor
surge el Charco de Guasiegre.
Entre El Río y la Cisnera,
en el fondo de un barranco
que allí, le llaman Guasiegre,
se formó de tal manera,
por el agua, en la roca cincelado,
un ancho y profundo charco.
Tengo en la mente forjada
su redonda geografía
desde mi infancia lejana.
La pupila verde y fría
de su gran ojo invidente
desde el pasado me llama.
Encendiendo en mi, la llama...,
curiosidad, intriga, misterio.
Como una tumba olvidada
que aguarda en el cementerio,
así se esconde el secreto
bajo su agua estancada.
Te conservo en la memoria
apartado del camino,
oscuro y silencioso,
víctima, de ciento una..., historia.
¡Sé que no eres asesino!
¿Entonces..., por qué resultas sospechoso?
“No son más que habladurías
las historias que se cuentan:
lo del cofre, por un pirata arrojado,
lleno de oro, plata, pedrerías...
y de monedas a espuertas”
¿Y tu, por qué sigues tan callado?
Sin embargo, hay quién asegura,
que por las noches... ¡tu hablas!
que tu profunda voz se escucha
¡entre el croar de las ranas!
Y yo, ¡querido charco!
que en todo creo y en nada,
solo sé, que desde mi infancia,
¡aquella infancia lejana!
mis sueños alimentabas
disparando fantasía.
Hoy, sigo escuchando a tus ranas
volviendo atrás en el tiempo...
y me invade sin quererlo,
en oleadas, la nostalgia...,
llegando con su recuerdo, reflejos,
y espumas..., de esa melancolía.
Seguro estoy que tu alma
oculta está, bajo tu agua dormida,
y por siempre mantendrá
bajo el agua tu secreto,
más, seguro estoy que sabrías
desde tu liquido ser
y tu blando corazón de limo,
cuantos pasos habrían de ser
¡los pasos de mi destino!
INTRODUCCIÓN
“EL CHARCO DE GUASIEGRE”
El Charco de Guasiegre, es uno de esos relatos, en los que se unen la fantasía, la historia, la aventura y los recuerdos de la infancia. El personaje central de esta historia, es un pirata llamado Ángel García, (natural de nuestra querida isla de Tenerife) más conocido por el singular apodo de “Cabeza de Perro”. La gran mayoría de los Tinerfeños sin duda, han oído hablar alguna vez de algunos piratas criollos de nuestra isla, nacidos de la ardiente lava,... llámense Cabeza de Perro, Amaro Pargo,... etc.
La primera vez que oí hablar del pirata Cabeza de Perro fue en casa de mi abuela materna. De alguna manera llegó a sus manos la novela escrita por el también tinerfeño Don Aurelio Pérez Zamora, con el titulo de “Sor Milagros o Secretos de Cuba”. En dicha novela se pone al descubierto la carencia de escrúpulos y la enorme crueldad del mencionado pirata, cuyas fechorías eran de sobra conocidas a lo largo y ancho del Caribe. Creo, si no me traiciona la memoria, que esta novela la consiguió mi abuela a cambio de un ejemplar que ella poseía y que trataba del famoso y admirado revolucionario cubano, Manuel García.
Así,... que el nombre y la figura del pirata Cabeza de Perro flotaban en el ambiente aquel donde transcurrieron los primeros años de mi existencia. Por lo que no es de extrañar, que algo de eso haya quedado almacenado en el pozo de mis recuerdos más queridos y por ello tampoco puede sorprender que me haya servido de su nombre para dar salida a muchas de mis fantasías y a los numerosos recuerdos y vivencias de mi infancia. Pero,... señores, si a todo esto le añadimos un encuentro casual, de mi pequeña persona, con el señor E., un anciano sumamente estrafalario, el cual, fruto quizá, de una senil demencia, ponía en marcha la más sugerente y descabellada de todas sus fantasías, haciéndome participe de ella.
Así fue, como, (El Charco de Guasiegre, un pilón enorme o ere, como también suele denominarse en algunos lugares a estos charcos de aguas, en ocasiones, permanentes, de fondos arenosos y cubiertos de guijarros, que a menudo ocupan los sitios más recónditos e insólitos de nuestros barrancos) quedó para siempre fundido, por la mente febril del señor E., con la desolada y cruel figura del pirata Ángel García, más conocido por Cabeza de Perro. Por todo esto, comprenderán ahora, que, no me quedaba otra alternativa, que arriesgarme con mayor o peor fortuna o acierto y soltar esta historia que permaneció durante muchos años firmemente arrollada a mis entrañas.
¡ Aquí les ofrezco un pequeño fragmento de mi relato, aún, inédito, El Charco de Guasiegre!
Para alguien, que ve por primera vez, El Charco de Guasiegre, el solo aspecto de sus verdes aguas ya le impresiona. Son éstas, de un verde sucio, casi negras, que no dejan lugar a la menor transparencia. Es como un gran ojo sin pupila, redondo y ancho; tiene un diámetro de ocho a diez metros y queda escondido debajo de un salto no muy grande en el fondo del barranco del mismo nombre. A los lados, altas y lisas paredes le circundan, salvo, la parte de la corriente hacia el mar, en esta dirección y a un tiro de piedra se encuentra un salto enorme, un precipicio de unos cincuenta metros, por el que cae en cascada - cuando llueve- el torrente de agua con un ruido ensordecedor. Hacia el otro lado, y por la parte superior a unas cuantas decenas de metros pasa el Camino Real. Esta calzada en el pasado fue única vía de comunicación entre los pueblos del Sur. Aún hoy se conserva casi en su totalidad, el mencionado camino; que baja en desnivel hasta el fondo del barranco, para cruzarlo por la parte más llana y sube por el otro lado de la misma manera en que bajara.
Desde siempre he escuchado, que no era nada recomendable, quedarse por las cercanías del mencionado charco cuando cae la noche. La gente baja mucho la voz para hablar del asunto. Juran y aseguran, haber oído, extrañas voces que salían por la noche de aquellas verdes y oscuras aguas, entre el croar de las ranas. Y es que, seguramente, el charco, no pasaría de ser un puro y simple accidente geográfico, con el cual, a veces la naturaleza nos suele sorprender; si no fuera, porque está irremediablemente ligado a un hecho ocurrido en un pasado lejano. Un caso sorprendente por lo insólito y sin duda un producto de la más pura y simple casualidad. Sin este antecedente, puede que resultara, hasta normal, el hecho extraño y singular de, que ni siquiera las cabras se atreviesen a beber de sus turbulentas aguas. Quizá lo achacáramos al sabor de algún mineral disuelto en ellas. También a esa inexistente formación de musgos encima de la superficie –cosa, por otra parte, absolutamente anormal en cualquier otro charco– seguramente que le encontraríamos una explicación lógica. Pero durante más de un siglo, se ha ido forjando una especie de leyenda en torno a este gran pilón y, la verdad, es que observándolo fríamente, sin apasionamiento por mi parte, creo que a veces hechos puramente circunstanciales, pueden dejar una marca indeleble, que con el tiempo lejos de difuminarse, entre todos, sin duda alguna, logramos hacerla aún más evidente.
I
Para narrar los hechos ocurridos, tengo que retroceder más de un siglo en el tiempo, y al paso que ahora caminan los relojes eso es mucho, lo sé, pero es la única forma para que ustedes y yo mismo encontremos alguna explicación que nos devuelva el sosiego y la tranquilidad. Hablar de Angel García, es nombrar a un sujeto al que no me apetece recordar, es venirme a la memoria: La Habana, un espantoso caserón en La Calzada de San Lázaro, ¡La famosa y horrible Fábrica de pasteles!...
Los círculos, las piruetas, los choques en los costados del barco que realizaban los tiburones cada vez que Angel García, más conocido por: “Cabeza de Perro” les ofrecía un banquete humano a los escualos. Pero lo que más me abruma, es que este individuo era un paisano nuestro, uno más entre nosotros, nacido y criado aquí hasta su adolescencia, pero adiestrado en Las Antillas en el conocimiento de la más bárbara y cruel de las piraterías. Su base de operaciones era La Gran Antilla, es decir Cuba, allí tenía a su familia y sus grandes negocios. Era allí, en la referida mansión, donde Él blanqueaba el producto de la rapiña junto con algunos socios de la más alta y distinguida sociedad de la Isla.
Cabeza de Perro, era un hombre sumamente feo, bajito, con una cabeza enorme y con unos dientes grandes y claros que le asomaban fuera de la boca. Tampoco le favorecía demasiado, llevar de continuo, una descuidada barba entrecana, con las antenas del bigote medio metidas en las comisuras de la boca. De ordinario solía tocarse la abultada y prominente cabeza (de esta proviene su apelativo) con una gorra negra de marino desteñida y sucia. Completaban su atuendo: un oscuro pantalón, y una especie de casaca que, de origen debió ser blanca y de la cual, el osado capitán, no se desprendía nunca. Remataba toda esta singular y grotesca indumentaria, un ceñidor de color oscuro con un enorme y pesado hebillón.
El pirata había sometido a los barcos que transitaban alrededor de las Antillas a un acoso tan brutal, que las navieras se habían unido y navegaban en grupos de más de tres embarcaciones y siempre fuertemente armadas. Las primas que pagaban las compañías navieras por las pólizas de seguros se habían disparado en un mil por ciento y es que el riesgo en mercancías, barcos y vidas humanas era prácticamente seguro y total. Este sujeto era tan astuto y escurridizo en su huida, como sorprendente, inesperado y salvaje en sus ataques. Jamás se aventuraba a actuar cuando iban juntas varias naves, pero si alguna de estas se descolgaba, a causa del temporal o en medio de la niebla, entonces allí siempre estaba él, como el buitre que persigue a la carroña. La rapidez, la sorpresa y la contundencia del ataque, eran el secreto de su éxito.

1 comentario:
Bellísimo poema sobre ese charco que precede a ese relato sobre Cabeza de Perro (ahora sé por qué le llamaban así, jeje), ese gran pirata que operaba en la Gran Antilla o Cuba y que fue paisano tuyo, aunque ya hace mucho más de un siglo. Estupenda y fluida tu prosa, querido Servilio Casanova Pestano , tanto como lo son tus versos. Comparto gustosísima. Feliz finde, besos:-))
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