LA SOMBRA
Ella
tenía lánguido
el talle,
altiva la
mirada,
el caminar
aún seguro.
Entró en
el bar,
y se
sentó
en una
mesa
frente a
él,
no la
conoció,
eran
sus flácidas
mejillas,
campos
cosechados,
dunas
aplastadas,
descoloridas
por el
viento
de los años,
y sus
manos manchadas
toda una
metáfora.
Ella,
buscó en
el bolso
y, al fin,
sacó un
cigarrillo
y, por un
instante,
le
miraron
aquellos
ojos verdes,
él los
vio
ya, sin
brillo,
y nada le
decían,
tan
opacos,
tan sin
vida,
como los
un pescado muerto.
Pasaron
los años
y el
tiempo de él se burló,
le
escupió a la cara,
mató a su
recuerdo,
tragó
saliva,
pagó y se
marchó,
quería
llorar, correr…
¡Cuánto
dolor!
Ver de
frente,
así parada,
la sombra
de la mujer,
aquella
mujer hermosa,
que siendo
niño,
a solas
tanto
quiso,
la que tanto
y tanto amó.
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