La alegre Jacaranda
Brillan las
jacarandas
en el cálido vientre
de la tarde,
leve es el aire,
y somnoliento el paisaje
como un perro
dormitando
a las cuatro de la
tarde,
mientras tanto, la
suma
del peso de los días
densa es,
densa y frágil,
como un barril de
pólvora
a punto de estallar…
Ellas lo saben:
que mis piernas
ya cansadas
jamás me podrán
llevar
a través del
desierto…
¿acaso lo sabes tú?
No.
Así como,
que mis ojos tampoco
me llevarán hacia Alaska,
ni avistarán las riveras
de la ciudad de
Tombuctú…
Asistieron como tres
sombras
Las parcas,
el mismo día en que
nací.
Ese día,
ya lo habían decidido
todo,
ni una sola coma
falta ni sobra
sobre el pergamino de
mi vida,
de mi piel, aún viva,
ahora plisada por las
horas…
La última lectura de
las parcas
no cambiará, no
alterará
en nada,
ni una sola coma,
lo escrito por ellas
cuando decidieron el
camino,
la ruta que habrían
de tomar
los pasos de mi
destino…
La piel de Zapa se
consume
rápido, como una vela
soplada por el
viento,
y mientras se acerca
la noche
el aire puro de la
tarde
que llega desde la
otra banda,
hará caer sobre el duro asfalto,
como copos de nieve,
los pétalos azules
de la alegre
jacaranda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario