La locura de la construcción en Canarias, llegó a tener tal magnitud, que si no es que aparece, oportunamente, esta crisis que ahora padecemos, (no hay mal que por bien no venga) el cemento lo habría arrasado todo. En Tenerife, se habían metido ya con los pueblitos de las medianías y, hasta con los de las alturas...Todo el mundo o, estaba ciego, o se había vuelto loco... Menos, claro está, aquellos que, fácilmente se llenaban los bolsillos, hasta reventar... ¡Con esta ceguera y, con esta locura, se perpetraron bastantes daños! Ahora solo nos quedan, obras aberrantes.¿Por qué son aberrantes? "Por que están fuera de sitio y de lugar..." Algunas de ellas, todavía sin terminar... Y bastantes socavones por cubrir, por cierto. Meditando sobre todo este asunto, se me ocurrió el siguiente relato, léanlo...
El viejo y la crisis
(Relato)
FIN
Terminado de escribir el 26 de junio de 2010
La máquina excavadora había partido la era cortándola por la mitad. Solamente quedaron de ella, dos pequeños semicírculos empedrados, de un escaso metro y medio de anchura a ambos lados de la futura calle. El horno quedó en el mismo borde de la sepultura, impávido, con la puerta como una boca abierta hacia el vacío. Las raíces de las parras y las de los árboles frutales blanqueaban, rotas por la pala de la excavadora, asomaban por el borde del talud, como huesos humanos fracturados. Las lagartijas, sorprendidas, e ignorantes del peligro, caían a la zanja de barrigas y corrían hacia el otro lado haciendo caminitos con el rabo. Las gallinas y el goro de las cabras quedaron cerca de la casa, pero chozo del perro quedó aislado con el zanjón de la futura calle por en medio. Se dieron prisa en ejecutar la obra. Cuando las administraciones quieren, son diligentes en realizar sus cometidos. Los papeles, a veces, se congelan o desaparecen, mientras que otras, parece como si quemaran en las manos del funcionariado, y terminan circulando de unas manos a otras a una velocidad de vértigo, todo lo escrito se va ejecutando y, milagrosamente, cada idea reflejada allí, se ve transformada en obra...
El viejo Evaristo no entendía nada. Era como, si de pronto, toda su masa encefálica, flotara como una piedra pómez, sobre un gran charco, helado, cubierto de borrosa incertidumbre y del más absoluto de los desamparos. Como si le hubiesen extraído el cerebro y en su lugar le hubieran introducido a manotazos, a presión, por la herida, unos cuantos puñados de jable. Siempre le habían dicho, que eran los comunistas, los que expropiaban, los se adueñaban de las tierras, desalojando de ellas a sus verdaderos propietarios. Sin embargo, ahora, este ayuntamiento estaba gobernado, por un alcalde, que nada tenía de izquierdas. Todo lo contrario, pues llevaba con mucho orgullo, solo faltaba, el ser y el militar, en un partido de centro derecha. Le habían votado y, en sucesivas elecciones, había salido elegido por mayoría. Sus votantes siempre habían creído en su honradez, en su valía, y en su acierto en el desempeño de su cargo. Y, efectivamente, los logros estaban ahí, nada había que decir, el hombre se había batido el cobre, por conseguir lo mejor para su pueblo y, en gran parte, lo había conseguido, por lo tanto, nada que decir, solo merecía gratitud… Precisamente, fundamentado sobre estas mismas razones, el viejo campesino, le daba vueltas y más vueltas al asunto, pero lo cierto, es que no conseguía entender nada. Todos los días escuchaba por el radio y a través de la televisión, decir: a los locutores, a los presentadores, a los políticos y a todo el mundo, con palabras engoladas, llenas de satisfacción y, casi, hasta de orgullo “que estamos en una verdadera democracia”. Se sentía estafado, traicionado. Ni una pequeña nota. Ni una carta, ni un papel, comunicándole que le iban a trocear la finca, atravesándola de un lado al otro con dos calles, destruyendo de manera implacable los árboles y las viñas. Viñas y árboles, que fueron plantados por sus manos y, sacados adelante, a base de años, de ilusiones y de sudor. Fue una puñalada por la espalda. Cuando se enteró ya habían aprobado el plan. Según le dijeron, ya era inútil cualquier alegación o recurso, el plan fue aprobado con total unanimidad, por todos los concejales. El viejo caminaba sin pisar el suelo, como suspendido en el aire. Levitaba como un fantasma sobre la realidad. La realidad. Su realidad, era el desconcierto. Tenía la extraña sensación de que acababa de nacer. Como si le hubieran barrido los recuerdos a escobazos. De la noche a la mañana le habían borrado la vida de un plumazo. Parecía un perro enfermo, asolado por la rabia. Unos turbios legañones, como los musgos, que flotan sobre el agua verde de un estanque, habían caído como una malla, sobre las curvas de sus ojos cansados y, una saliva envenenada, espesa y blanca, como el látex, permanecía adherida a los rincones de su boca. Miraba las paredes de las huertas y, las estudiaba, con parsimonia, con la misma atención, que un viejo capitán mostrara por los apuntes de su descolorido cuaderno de bitácora. Ahora, le pesaba hasta el mirarlas, pero cada una de aquellas piedras, había sido elegida, y colocada allí, por sus manos vigorosas, cuando todavía era joven, para formar la sólida estructura de aquellos altos paredones. Emigró a Venezuela, cuando, esta tierra nuestra, aún estaba amordazada por miedo, amodorrada en el silencio, y condenada al desaliento y a la miseria. Pasando por toda suerte de trabajos, bolívar a bolívar fue mandando a su suegro el dinero para comprar aquella finca. No paró de trabajar hasta no lograrlo y, cuando lo consiguió, para acá se vino. Ni que decir las penas que por allá pasó. Para que contarlas. Ni las que pasó la pobre Clotilde, (su mujer, que en paz descanse) con los dos chicos bien pequeños… Que, para encontrar, un mal practicante, en aquellos tiempos, había que romper unas lonas nuevas por el camino…, para que contar…
El viejo Evaristo pensó, cuando se lo dijeron, que se trataba de un error…
- Voy a hablar con el alcalde – dijo, resueltamente, con voz todavía enérgica – esto se trata de un error. Como van a estropiarme la finca. Si es que por estos contornos no faltan muladares, ni potreros, sin más, que pencas y chamizos, si quieren urbanizarlos… Pero las fincas trabajadas,… con viñas y con árboles… – volvió a menear la cabeza de un lado para el otro y dijo nuevamente – Se trata de un error…
Pero no era un error. Era una operación muy bien estudiada. Era una operación muy bien planeada por algunos de esos tipos, que llevan: el corazón, el cerebro, y la falta de sentido común todo revuelto en la cartera. Tipos que solo piensan en la naturaleza y en el hombre, como porcentajes, cifras, ceros que aumentan el volumen de sus cuentas. Esta canallada estuvo, tan bien planteada, con tanto sigilo, por quienes la hicieron, que la mayoría de los propietarios de las fincas afectadas, no fueron informados, y, cuando se enteraron, se había terminado el plazo, y ya no cabía recurso.
- Mire don Evaristo – dijo el alcalde muy serio, tratando de ponerse solemne – ustedes, la gente mayor, se creen que siguen viviendo en el siglo XX, viven de espaldas al futuro, tratan de cortarle las alas al progreso, pero yo, como alcalde de este pueblo, tengo que mirar por la prosperidad y por el futuro de todos los ciudadanos, aunque a veces tenga que tomar decisiones…, decisiones que no son de buen gusto, ni para mí, ni para nadie… Si no está de acuerdo, puede presentar una alegación, pero tampoco se lo aconsejo, porque no le va a servir para nada. A este plan, ya no hay quién lo tumbe, fue aprobado por mayoría. Créame que lo siento, don Evaristo…, pero esto es lo que hay… Y ahora discúlpeme, pero hay otras personas, que también esperan, que también quieren hablar conmigo – dijo finalmente el alcalde, mientras lo sacaba del despacho tomándolo del antebrazo, y lo dejaba, albeando, en mitad del pasillo, como un banco más, y sin haber resuelto nada.
- Cabrón, – le soltó el viejo, con un hilillo de voz casi imperceptible – cabrón, y pensar,… y pensar,... que más de una vez, le matamos el hambre a tu pobre padre.
El alcalde miró al viejo de arriba abajo, como con lástima, e impeliéndole la fuerza suficiente, al aire que soltaba por la boca, lo tradujo en un soplido, se metió de nuevo en el despacho y cerró la puerta tras de si.
Los hijos, le habían levantado un chozo para el perro, entre el goro de las cabras, y el de las gallinas, pero todo seguía igual. Le habían destrozado la finca, iba ya, para tres inviernos, y todo seguía igual. Las dos zanjas poco a poco se iban llenando otra vez de piedras y de escombros, con las lluvias, y en el invierno la hierba cogió una altura de más de medio metro. La obra sigue parada, dicen que no hay dinero, por “la crisis”. La finca continúa allí, mutilada por aquellas dos grandes heridas que le produjo la excavadora, y el viejo aunque a veces trata de disimularlo, lleva un buen tajo en el corazón.
El viejo se pasaba los días oteando la finca, mirando desde la terraza, a lomos de los recuerdos, contemplando, el sin sentido, a veces, de la vida y de las cosas. Poniendo sobre la balanza el peso de las cosas: la ruindad, la bondad, la inteligencia y la idiotez. “Últimamente, frente a la codicia, poco hay para poner en el segundo plato de la balanza”. Eso pensaba, observando, aún con lucidez, y caminando cada vez con más torpeza.
- ¿Qué te pasa abuelo? – preguntó la nieta.
- Ná hija, no me pasa ná – respondió el abuelo Evaristo tragando un enorme nudo.
Al abuelo se le saltó una lágrima. Una lágrima solitaria, que corrió imparable, errante como una bola de ámbar transparente, resbalando por encima de la piel verdosa y arrugada de su cara, hasta caer, finalmente, y desintegrarse.
¿Progreso? – Se preguntó Evaristo – ¡Maldita sea! Arrancar las viñas, los frutales, tronchar las higueras para plantar cuadrados de cemento… ¿Es eso el progreso?
- Maldita crisis – se quejó ahora el anciano, mirando hacia lo hondo del profundo socavón – ya que vino…, antes debió llegar.
FIN
Terminado de escribir el 26 de junio de 2010
2 comentarios:
Triste progreso pues, pero así es en la vida real, tal y como lo cuentas, y eso que lo cuentas tan estupendamente, con tanta poesía implícita en tu prosa, que hasta se puede olvidar que en realidad hablas de una pequeña tragedia. Comparto gustosa, querido Servilio. Estos días voy muy liada de trabajo, pero me alegra haber tenido un huequecito para disfrutar con tu lectura. Besos
Triste progreso pues, pero así es en la vida real, tal y como lo cuentas, y eso que lo cuentas tan estupendamente, con tanta poesía implícita en tu prosa, que hasta se puede olvidar que en realidad hablas de una pequeña tragedia. Comparto gustosa, querido Servilio. Estos días voy muy liada de trabajo, pero me alegra haber tenido un huequecito para disfrutar con tu lectura. Besos.
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