Para amor apasionado e imposible el que comparten Heathcliff y Catalina en la novela (Cumbres Borrascosas) de Emily Bronté. Es un amor que va más allá de las personas, que vive en las piedras y en las ramas de los árboles y que flota en la bruma y se traslada sobre el viento helado que sopla con frecuencia sobre el páramo, como una fuerza desatada de la naturaleza. Es un amor tan fuerte, tan apasionado y tan extraño, que sobrecoge. Hace algún tiempo le dediqué el siguiente soneto leedlo.
A cumbres borrascosas
Gimen los árboles, lloran,
lloran y gimen los árboles
cuando al vendaval imploran
y al cielo reprochan su abandono.
Por estos caminos, por estos lares,
el hombre es tierra, musgo, liquen,
donde hizo presa el viento,
y la borrasca se adueñó de su destino.
No es casualidad, que plenamente y sin medida,
el espectro de Catalina ocupe estos lugares
y habite el corazón de cada hoja desprendida.
No, no es casualidad, que Heathcliff en su locura,
en su condición de aparecido, aceche en el camino,
y como un lobo, aulle en la noche, en el Páramo a la Luna.
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