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14/7/07

A LOS CUENTOS DEL DON (Poemas)








(Esta es la foto de Mijail Sholojov, escritor ruso, Premio Novel de literatura y autor de (Los Cuentos del Don y del Don Apacible su gran novela).





Lo confieso, soy un ferviente admirador de Sholojov. Solo conozco sus cuentos, aunque espero, algún día, conseguir su novela (El Don Apacible) y poder leerla, nada me encantaría más. Por otro lado, mi encuentro con los Cuentos del Don fue bastante anecdótico y casual, pues, encontrándome con mi familia de visita por la ciudad de La Laguna y al salir del mercado veo, como, allí, en la Plaza Del Adelantado, unos jóvenes habían desplegado un pequeño puesto de venta de libros ya usados. Me acerqué, pues a mi curiosidad cuando se trata de libros no es necesario estimularla demasiado y, enseguida, lo vi. Cuentos Del Don / M.A. Sholojov. Creo que el euro que me costó el pequeño librito de bolsillo, en nada me habría rentado más. Es una verdadera joya. Jamás había visto a nadie contar la vida de una manera tan descarnada, tan cercana y tan real. Tal como Sholojov lo relata, puedes ver en tu mente la película de los hechos, como, si en realidad, tu mismo te hallaras dentro de esa endiablada cinta. Los hechos suceden a las orillas del río Don, la tierra de los legendarios cosacos, y también la tierra de Sholojov. Era una cruenta y dolorosa guerra civil entre los partidarios del Zar (ejército cosaco) y los campesinos que poco a poco se sumaban al Ejercito Rojo. Algunos críticos solamente han visto en Sholojov a un escritor al servicio del Partido Comunista. Yo quisiera romper una lanza a favor de este escritor, poniendo en duda esta manipulación, y , decir, que: ¿Por qué, no podría haberse apoyado el escritor en el Partido, para dar a conocer y proclamar sus ideales políticos? ¿Acaso, no parece también un poco simple la idea generalista de que casi todos los escritores han sido manipulados siempre por los regímenes de turno? Disculpenme, tal vez, por mi ignorancia, pero yo también creo en las coincidencias y casi, me niego a creer, que los grandes escritores comulgen con ruedas de molino, renunciando a sus ideales más profundos. Sholojov, escribió desde su tierra y contó lo que pasaba en su tierra, en unos tiempos convulsos, de cambio, en Rusia, y, en casi toda la humanidad. Sus relatos están basados en casos sacados de la realidad, de una realidad que vivió el propio escritor, y, quizá, por ese mismo motivo, nos llegan tan adentro, y nos duelen y nos desgarran, y, casi siempre terminan en un punto fatídico del que renace, apenas, el regusto, amargo o agridulce de una insinuada esperanza...



Al lunar (Cuentos del Don)


Bravo atamán, jefe de tropas.
Del Don, cosaco, entre los cosacos,…
que cabalgas las estepas, los costillares
de la vieja Rusia. El imperio de los Zares.

Bravo atamán, jefe de tropas
del Don. Cosaco, entre los cosacos,…
¿Dónde está Nikóluhsca, tu hijo, tu hijo?
Jefe de tropas, cosaco, entre los cosacos…

Bravo atamán, que cabalgas sobre el jútor,
tu corazón es duro pedernal. Vives por inercia.
Galopas las estepas rusas, los costillares,…

Tus botas resuman vodka. No existe el miedo ni el dolor.
¿Dónde está tu hijo Nikolka? Atamán, Jefe de tropas
que defiendes con tu sable el imperio de los Zares.


A las orillas del río Don, en la guerra civil, el pueblo se desangra.



¿Nikolka…, donde está tu padre?
Cuando yo era niño, se fue,
soldado, a vencer a los teutones.
Murió. Dicen…, que me parezco a él.

Nikolka, 18 años, jefe de tropa,
casi analfabeto, campesino…,
Valiente entre los valientes…
Y capitán de la Guardia Roja.

En el jútor a entrado una banda de cosacos,
Y, como bestias, han saqueado el molino,
Nikolka les sale al paso, para cortar su camino…

El atamán que los manda, el corazón de Nikolka,
atraviesa con su sable, sin saber, que aquel era su hijo…
Un lunar se lo delata, y, sin pensarlo, el atamán se da un tiro.






A LOS CUENTOS DEL DON


El Don discurre apacible,
silencioso, sereno,…
lento piélago en la noche
que arrastra a la muerte
que no remonta el vuelo.

El Don discurre silencioso
como la sangre sigilosa
avanzando por las venas.
Un cielo turbio y caliginoso,…
el carro y la ametralladora.

El Don discurre entre la arboleda,
arrastra cadáveres, y sitúa los despojos
frente a la cerca, a la puerta de una casa.
¿Eran tus hijos bolcheviques?
¡Que importa, si eran Blancos…, o Rojos!

El Don discurre entre jútores y stanitsas
rompiendo en dos la estepa,
como un cincel parte el granito.
Aplaca Don a esos cosacos valerosos
y ponles alma dentro de sus camisas.

El Don discurre negro y aceitoso en la noche.
Una sotnia sigilosa avanza por la orilla.
Algunos gallos cantan al borde de la stanitsa.
Los campesinos aún duermen. La parva espera,
se reseca, se expande y se prepara para la trilla.

El Don discurre manso, colmado de lágrimas amargas.
Un galope atronador. Una sotnia cabalga sobre el jútor.
Los brutos levantan el polvo. Repiquetea una ametralladora
taaá, taaá, taaá. Como un salivazo insolente, usurpador,
llega la muerte amarga, seca, impía, arrasadora…

El Don discurre doliente; como un padre
arrastrando los cuerpos inertes y la sangre,
y la memoria y el recuerdo imborrable,
que tiene todo padre, que de serlo se precie,
ante la ausencia eterna de cualquiera de sus hijos.

¡Bravos cosacos! que la justicia sea tangible
para todos, y prospere por jútores y stanitsas.
Y… quizá, cuando reine la concordia

y el sosiego por la estepa, calladamente,
aparecerá la Luna, mientras la tarde muere,
para mirarse la cara, en ese Don…, tan apacible.

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